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Estos días me he topado con artículos, comentarios, etc., en relación a la paternidad, con cierta regularidad. No, no pienso tomarlos como una señal del mes allá, ni una revelación, pienso comentar al respecto, nada más.
En una comida hace poco, hablando de X, su pareja y su perro, la platica fue derivando, desde las mascotas en general, hasta cómo los hombres gay siempre tenemos ese gusanillo de ser papás, que sublimamos con una mascota. No sé si sentirme furioso con ese tipo de mentalidad, desilusionado de la humanidad y sus capacidades racionales, o sólo preocupado por que en pleno siglo XXI vivimos aún en un mundo donde la aceptación y la tolerancia van de la mano con entrar en el modelo aceptable de vida socialmente correcta de los heterosexuales, en este caso.
Yo tengo un gato, y contra todo tipo de afirmación o supuesto, no lo considero mi hijo! No lo trato como a un ser humano, ni tampoco me refiero a él como si lo fuera. Me queda claro que las mascotas son uno de los componentes más importantes en la vida de mucha gente. Sin importar la edad, un perro o un gato representan una oportunidad de ser responsable de otro ser viviente, de compañía e inclusive de protección en algunos casos, e indudablemente de cariño. Pero en mi opinión, de ahí no debe pasar. Hamlet, mi gato, no es la razón por la cual yo no salga de vacaciones o pase la noche en vela si está en el veterinario…es mi mascota; ciertamente él se encuentra mucho más arriba en mi escala de prioridades, que muchos seres humanos, pero eso no significa que yo padezca de algún tipo de esquizofrenia que me haga creer que él es un ser humanoide que sustituye a un hijo mío. Continue reading