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Aristóteles, Bergson, Filosofia, Freud, Hobbes, Humor, Kant, Madeleine Albright, Ricky Gervais, Risa
¿Alguna vez has estado en una reunión con gente que se conoce desde hace mucho? Puede ser una comida a la que te invitó tu novio con sus amigos de la prepa, o una fiesta de cumpleaños de tu hermana o esposa, organizada por sus amigos. Muy probablemente llegó un momento en que sentías que no estabas entendiendo nada, que su plática se había convertido en un recuento de memorias de antaño, , momentos en que se rieron a carcajadas en aquel entonces, y que por supuesto, como tú no estabas ahí, sonríes, intentas entender, pero por más que lo intentas “¡no es tan chistoso!”
Pues no, tú no estuviste ahí, así que mejor te dedicas a traerles más tragos, rellenar el bowl de las botanas, o fumarte un cigarro esperando que cambien de tema.
Después de pensar en esa reunión por demás trivial la pregunta una pregunta que surge es ¿pero porqué nos encanta hablar del pasado? No es que nos guste habar del pasado y ya (bueno sí, pero ese es otro tema), sino que las risas del pasado son la razón por la cual esos asistentes a la reunión imaginaria están unidos después de tantos años.
El humor es esa capacidad de mostrarse jovial, de tener buena disposición ante las cosas según la RAE, y todo parece indicar que a medida que crecemos lo vamos perdiendo. Estadísticamente un niño ríe hasta 400 veces al día, ve la vida literalmente, con humor, pero a medida que crecemos, y de manera particular cuando llegamos a la edad de insertarnos en la vida productiva, dejamos de reír tanto, dejamos de ver la vida con humor (un adulto ríe aproximadamente 20 veces al día). Es interesante, e inclusive preocupante, que la edad en la que somos por completo absorbidos por la vida cotidiana, es aquella en que nuestra manera de ver el mundo con humor casi desaparece; estamos tan preocupados por ser productivos, hacer dinero, lograr las cosas que se espera de nosotros, vernos como quisiéramos, y en general, cumplir con miles de expectativas (unas sociales, otras autoimpuestas) que simplemente nos amargamos.
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