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¿Alguna vez has estado en una reunión con gente que se conoce desde hace mucho? Puede ser una comida a la que te invitó tu novio con sus amigos de la prepa, o una fiesta de cumpleaños de tu hermana o esposa, organizada por sus amigos. Muy probablemente llegó un momento en que sentías que no estabas entendiendo nada, que su plática se había convertido en un recuento de memorias de antaño, , momentos en que se rieron a carcajadas en aquel entonces, y que por supuesto, como tú no estabas ahí, sonríes, intentas entender, pero por más que lo intentas “¡no es tan chistoso!” 

Pues no, tú no estuviste ahí, así que mejor te dedicas a traerles más tragos, rellenar el bowl de las botanas, o fumarte un cigarro esperando que cambien de tema.

Después de pensar en esa reunión por demás trivial la pregunta una pregunta que surge es ¿pero porqué nos encanta hablar del pasado? No es que nos guste habar del pasado y ya (bueno sí, pero ese es otro tema), sino que las risas del pasado son la razón por la cual esos asistentes a la reunión imaginaria están unidos después de tantos años.

El humor es esa capacidad de mostrarse jovial, de tener buena disposición ante las cosas según la RAE, y todo parece indicar que a medida que crecemos lo vamos perdiendo. Estadísticamente un niño ríe hasta 400 veces al día, ve la vida literalmente, con humor, pero a medida que crecemos, y de manera particular cuando llegamos a la edad de insertarnos en la vida productiva, dejamos de reír tanto, dejamos de ver la vida con humor (un adulto ríe aproximadamente 20 veces al día). Es interesante, e inclusive preocupante, que la edad en la que somos por completo absorbidos por la vida cotidiana, es aquella en que nuestra manera de ver el mundo con humor casi desaparece; estamos tan preocupados por ser productivos, hacer dinero, lograr las cosas que se espera de nosotros, vernos como quisiéramos, y en general, cumplir con miles de expectativas (unas sociales, otras autoimpuestas) que simplemente nos amargamos. 

“la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”

Pero la vida debería ser más que todo eso, la vida debería por lo menos dejarnos la oportunidad de ver cada cosa con humor, o como dijo Juan Luis Arsuaga, “la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”. El “consuelo” es pensar que talvez el humor regrese en la medida en que llega la vejez. La gente jubilada ve la vida con menos presión, al margen de la cantidad de logros obtenidos, suele tener una mirada más amable hacia las cosas (aunque siempre hay algún señor de cerca de los 70 años muy amargado que puede contradecir esta idea), un sentido del humor renovado ante la realidad de que lo único que importa en la vida es cómo te la tomes, y no todo ese gasto de energía emocional puesto en alcanzar cosas. La edad adulta y la vejez son el momento de apreciar los recuerdos, esos que atesoramos cuando están relacionados con las veces que reímos en la vida. En otras palabras, para tener una vejez plena, no sólo importa cuánto dinero le metas a la Afore, si compraste casa, si tus hijos “salieron bien”… sino la cantidad de risas que se van acumulando a lo largo de la vida

Creemos que hay que ser serios para ser tomados en serio, pero en realidad el humor puede ocultar realidades o verdades muy importantes. Madeleine Albright, Secretaria de Estado de los Estados Unidos durante la presidencia de Bill Clinton, tenía indudablemente una posición muy seria, y con responsabilidades inimaginables, mas no sólo nunca perdió el sentido del humor, sino que lo usó a su favor de muchas maneras. Son famosos los prendedores que Albright hasta la fecha, siempre usa como parte de su vestuario; piezas que van desde banderas, animales, objetos, rostros… todos ellos escondían un significado mezclado con humor que no siempre se entendía, o peor aún, a veces no le hacía gracia a sus interlocutores.

Famoso es el episodio en que, en el contexto del conflicto con Iraq, y después de ser llamada “serpiente” por uno de los diarios controlados por el gobierno de Sadam Hussein, la Secretaria de Estado empezó a usar un broche de ese mismo reptil en sus apariciones públicas. Otro momento en que, al ser cuestionada por las pláticas de paz con el medio oriente, ella contestó (señalando el prendedor con forma de hongos que traía puesto) que hay información que es mejor dejar crecer como esos seres vivos, en lo obscuro y escondido. Así pues, Madeleine Albright hizo famosa la frase “lee el broche” para dar respuesta a algunas de las preguntas hechas por los medios o sus colegas en la casa blanca, una señal de humor como una manera de manejar la presión, el entorno y las propias emociones.

¿Por qué entonces, si el humor y la risa son algo tan importante, la filosofía parece decir tan poco al respecto?

Autores como Hobbes, Descartes o Aristóteles dicen que nos reímos por superioridad, es decir, nos causa hilaridad reconocer las situaciones en que yo no me encuentro, pero tal vez he estado antes, o sé que podría estar. En los chistes del tipo “un chino, un mexicano y un francés entran a un bar…” queda claro que el desenlace de la broma está en la superioridad que el que la cuenta le da a uno de los personajes, él mismo. Otro ejemplo puede ser el que en la edad media, y posteriormente, el bufón de la corte era alguien de quién reírse, alguien que hacía cosas que, si bien eran una verdad, esta estaba oculta tras las bromas y el ridículo.

Si pensamos en el cine o la literatura, el drama cuenta historias como las que estamos viviendo, historias con las que me identifico, en las que me veo y comprendo, por eso me es tan cercano y conmovedor.

La comedia, por otro lado cuenta historias que puedo ver como “inferiores”, como si nunca me pasarían a mí, situaciones de las que estoy distante.

Otra explicación filosófica para el humor y la risa radica en la incongruencia. Nos reímos de algo inesperado y carente de sentido; de ahí la atracción por las bromas en que alguien se pega contra algún objeto, o las rutinas donde los payasos sufren a causa de una serie de accidentes inesperados mientras los espectadores disfrutamos de su infortunio…o un sketch de Mr. Bean.

Se tienen expectativas sobre la realidad, y ésta se desarrolla de manera opuesta a lo esperado, es así por eso que filósofos como Kant o el mismo Schopenhauer explicarían la causa de la risa; algo similar pasa cuando vemos un uso inesperado de la lógica, por ejemplo, “entra un hombre a una pizzería y pide una de tamaño grande. El pizzero le pregunta si quiere que la corte en cuatro o en ocho rebanadas, y el comprador responde ‘sólo en cuatro porque estoy a dieta y no puedo comer tantas”.

Finalmente, para autores como Freud, la risa provee alivio, es una manera de dejar salir una energía, una emoción reprimida. La comedia puede ser una vía para que un deseo inconsciente se materialice ante mi, sin que yo lo traiga a la realidad. La risa deja salir una energía que no encuentra “acomodo” en nuestro interior…ello no significa que estemos felices describía Freud. ¿Será acaso por ello que hay a quien, durante un ataque de ansiedad o estrés extremo, le viene un incontrolable ataque de risa?

Las bromas, como mencioné antes, no significan una sola cosa; pueden estar relacionados con verdades muy serias, o con una búsqueda de escape a la realidad. En su libro, It’s Only a Joke Comrade, Jon Waterlow explica un muy interesante estudio histórico basado en diarios, noticias y demás documentos, que muestran cómo aún viviendo en la peor situación imaginable, durante el régimen de Stalin en la URSS, la gente seguía contando chistes, especialmente de contenido político. Eventualmente los chistes de ese tipo se prohibieron por ser una muestra de posible traición. Lo que el establishment soviético no entendía era el poder de las bromas…o tal vez sí. 

Contar un chiste no es lo mismo que condenar o estar de acuerdo con algo. ¿Cuánto nos hace alguien como Ricky Gervais? Dudo que estemos de acuerdo con cosas como la homofobia, el racismo o la falta de decencia en general… el humor ayuda a sobrellevar una situación difícil pues nos hace sentir menos impotentes, menos estúpidos, o solitarios. 

Contar chistes sobre el gobierno en turno es una manera de demostrar que no se es completamente victima de las mentiras o la propaganda. Pensemos además que en contextos como el de la dictadura de Stalin, contar un chiste, podía ser la manera de encontrar a aquellos que ven el mundo como lo ve uno; y esa misma función sigue teniendo el humor en muchas otras ocasiones.

Finalmente, quisiera habar de Henri Bergson, quien decidió tomarse en serio el asunto de las bromas y escribir en 1900 su ensayo La Risa. De inicio existe el reconocimiento de que no hay muchos estudios “serios” sobre el tema, probablemente por una equivocada idea de que no es algo relevante; o tal vez porque sería como reducir una experiencia placentera y vital, al árido análisis de la filosofía, y así quitarle lo chistoso a la broma…como cuando te tienen que explicar un chiste.

Para Bergson la risa debería ser estudiada como algo vivo; en ese esfuerzo él identifica tres rasgos del sentido cómico de la vida: lo humano, la indiferencia y el eco grupal.

Primero que nada, nos reímos de cosas o animales en las que encontramos características humanas de algún tipo. 

Por otro lado está la indiferencia; para que se dé la risa respecto de una situación hay que desapegarse de ella, no estar emocionalmente inmiscuido, o como diría el mismo Bergson “el peor enemigo de la risa es la emoción”. Ver las situaciones de modo racional, y no emocional puede ayudar a reír de ellas, especialmente porque se comprende el sinsentido. Hoy en día, mientras más empáticos somos, mientras más emocionalmente inmiscuidos estamos en todo, somos más sensibles y cualquier chiste nos afecta, ¿será por esto?

Por último, Bergson dice que la risa requiere de un “eco”; la risa es un fenómeno social que establece relaciones entre la gente que entiende algo en común, comparte una vivencia, y es entonteces cuando la risa adquiere significado. Un chiste no es mío sino nuestro.

Contar un chiste, tener humor, reír, acciones muy complejas, pues por una razón u otra ofrecen la posibilidad de generar vínculos, y descubrir a quienes piensan como uno. Al decir un chiste ponemos a prueba las ideas de las que no estamos seguros de poder compartir. La reacción de los otros nos ayuda a entenderlos, a saber cómo podemos formar un vínculo.

Finalmente pues, si la risa y el humor son tan esenciales en nuestra existencia, ¿porqué nos reímos tan poco?