Ha pasado casi un mes , desde que murió David Bowie, y desde entonces he estado postergando el escribir sobre él. ¿Qué puedo decir, que no se haya escrito ya? No es sólo porque desde el 10 de enero pasado la cantidad de textos, análisis, reseñas y memorias que he leído es inmensa, sino por que hablar de algo que me es importante es muy difícil, mucho más de lo normal cuando es a la luz de la muerte y del vacío que ésta siempre provoca. Siempre pensé que la muerte de una personalidad a la que admiras no podía ser una pérdida real y hoy sé que no es así… por eso lo he postergado, porque es algo nuevo para mi.
Cualquiera que entienda de verdad el poder de la música comprenderá, y tal vez compartirá el sentimiento que genera el saber que alguien a quien se admira de muchas maneras no estará más. No recuerdo cuándo conocí su música, es como si siempre hubiera estado allí, siempre; pero sí recuerdo el impacto que causó en mi la primer canción suya que me hizo quedar perplejo: Jump They Say. Un hombre desesperado, consciente de lo que todos opinan sobre él, que no puede cambiar, que tiene que vivir con ello o brincar hacia el abismo de lo desconocido (después supe que era además una canción sobre la esquizofrenia de su hermano)…eso hizo Bowie muchas veces, y siempre cantó sobre ello. Cantaba sobre lo incomprensible, sobre ser uno mismo, sobre cambiar y permanecer, sobre ser incomprendido y sobre el amor más extraño, y por eso es que significaba tanto en mi vida y en la de muchos millones más.
Comparto cumpleaños con David Bowie, y en más de una ocasión, sin temor a exagerar, el hecho de que sus últimos discos salieran ese mismo día era en verdad un muy buen regalo… el hombre que canta lo que yo sentía conforme crecía, retomaba brios cada ocho de enero para seguir diciendo que cambiar, crecer, y permanecer son una misma cosa, y eso me alegraba. El diez de enero entendí que no se puede cambiar para siempre, y me entristecí como si fuera una revelación completamente novedosa, y al mismo tiempo entendí que se puede permanecer para siempre, como su música.
Después de Jump They Say me obsesioné un poco, comencé a escuchar todo lo que podía de él, descubriendo que muchas de sus canciones ya estaban grabadas en mi memoria por alguna razón; por el simple hecho de haber sido, desde mucho antes de que yo naciera, una figura relevante para la música de muchos géneros, y fui comprendiendo los mensajes emocionales de cada canción, y crecí con ellos. Crecí viendo que cada Bowie era diferente y siempre había algo que lo hacía el mismo, casi irreconocible, hasta que te adentrabas un poco en cada personificación de sí mismo. Su necesidad de explorar cosas nuevas era fascinante, así como era su habilidad de hablarle al mundo en cada album, y después callar, dejándonos a todos queriendo un poco más, lo cual generaba la intriga suficiente para desmenuzar poco a poco cada disco, en espera del siguiente…eso ya no pasará más, pues aunque el silencio después del album está ahí como siempre, ahora la consciencia de que no habrá uno más hace todo muy distinto, porque ahora se trata de explorarlo de nuevo, pero en retrospectiva, y hacer con ello una exploración del pasado personal que se acompaña de su música y que él me ayudó a comprender.
David Bowie además, me dejó a una de las personas que más quiero en el mundo. Una tarde, sentados platicando sin conocernos mucho, algo hizo que la plática se desviara hacia “…The Linguini Incident “una muy mala película que me encanta…” y entonces Ruth dijo que a ella también, y desde ese momento hace quince años hasta hoy, es una de las amistades más entrañables y hermosas que he tenido. Esa fue parte de la contribución de Bowie en mi vida, encontrar a alguien con quién explorar quien soy y cómo cambio intentando no cambiar demasiado…como la música, cuyo poder no radica en hacer mucho ruido, o en gritar a los cuatro vientos que se es diferente, sino en hacerte ver hacia dentro de ti mismo y comprenderte, por eso Bowie callaba por largos periodos, porque el mejor músico sabe que el silencio es esencial para apreciar la melodía, para gestar el cambio.
Adios David Bowie.
sonrie 🙂
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