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Si por algo se ha caracterizado Tricky, es por tres cosas: la primera, su voz; característica por ser obscura, rasposa, y por la combinación de canto y plática que enfatiza las texturas de la música que acompaña. La segunda es haber sido siempre (con sus altibajos) un músico creativo, fuera del mainstream y muy innovador. La tercera, su firme intención de que el trip-hop no se muera nunca.

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La fusión de electrónica y hip-hop, tan perfecta que las líneas entre ambos géneros se desdibujan, aderezado por un poco de jazz, ambient y acid, con una base de bajos y percusiones muy graves, eso es el trip-hop. Y desde finales de los noventa poco a poco  ha ido cayendo en desuso, pero para algunos como Tricky, esto no representa un problema, sino un reto al hacer música nueva.

Adrian Thaws es el más reciente álbum de quien el mundo conoce y admira como Tricky, pero que en realidad se llama Adrian Thaws. Lo cual lleva a pensar que este es uno de esos álbumes introspectivos  llenos de conmiseración pero todo lo contrario, Adrian Thaws es uno de los discos más accesibles y cercanos que el cantante haya hecho hasta ahora.

Atrás ha quedado la fama y los reflectores de Bristol y el mundo cuando Tricky dejó Massive Attack para trabajar en Maxinquaye; Tricky poco a poco ha ido explorando e poder de la electrónica para dar lugar a una obra de once álbumes, de los cuales, si bien Adrian Thaws no es el más trascendente, sí el más nuevo hasta ahora, y el más claro respecto de la relevancia del género, en un contexto donde la electrónica y el hip-hop son sólo para hacer millones y reclamar sin parar, el trip-hop demuestra que aún puede tocarse en los clubes y escucharse en casa por igual. Tricky ha logrado refrescar el sonido del trip-hop sin hacerlo sonar forzado o fuera de tiempo.