
El regreso más grande en la historia de la música. Eso es The Next Day (TND). David Bowie decidió, como nadie más podría haberlo hecho, guardar silencio absoluto durante años. Nos tuvo a todos, al menos a todos sus fans, en la obscuridad de la ignorancia sobre lo que hacía o lo que pasaría. En las olimpiadas, todos esperábamos que la joya de la corona que fue la ceremonia de clausura, sería el maestro Bowie, pero no fue así. A pesar de ello, no pasó desapercibido, su influencia en el mundo es innegable. No sólo para la música, sino para la moda, el arte, el diseño, la literatura y por supuesto, para la vida individual de todos los que en sus canciones, heredadas durante décadas de una generación a otra, hemos encontrado respuestas, momentos y significados de gran importancia.
Así pues, el día de su cumpleaños (que por coincidencia es el mismo dia que el mio), Bowie decidió hacer público su regreso con Where Are We Now y un video que eran, por decir lo menos, crudos, puro rock en una envoltura muy artística, muy contemporanea, casi como videoarte. Poco después llegó The Stars (are out tonight) y ahí comenzó la explossión de asombro ante la majestuosidad…y nada mejor para adornarlo, que la historia con Tilda Swinton.
TND no es experimental como Outside, tampoco es romántico como Black Tie White Noise, ni mucho menos un acercamiento a otros géneros musicales como Earthling. TND es un album pura y simplemente de rock, del mejor rock que es capaz de hacer ese homber que ha definido por mucho tiempo cómo es que debe de sonar el verdadero soundtrack de nuestras vidas. Lejos han quedado Ziggy Stardust, Tin Machine, Aladdin Zane y todos los demás. Esos son seguro parte del ideario colectivo, referencia cultural obligada. David Bowie parece no estar interesado en cambiar al mundo una vez más (ya lo ha hecho antes), sino en mostrar como con una voz muy característica y sin ningún privilegio divin, canta a la melancolia y a la realidad que vive un hombre de 66 años que lo ha logrado casi todo.
De principio a fin TND es una serie de reflecciones sobre el tiempo, las despedidas, la muerte y la vida cotidiana. Las letras son contundentes como la voz de Bowie. La música es clara, rock firme y serio plagado de visos elegantes y siempre a lugar. Reencontrarse con Tony Visconti ha sido, al parecer, como continuar una conversación que quedó inconclusa desde Berlín y que hoy ve la luz, en la que los dos hombres más ilustres del rock contemporaneo han sabido sacar todo el jugo a su experiencia y su vejez.
