Como le pasa a la gran mayoría, la política nos choca pero no podemos evitar discutir sobre ella (o de religión o de futbol, que para el caso es lo mismo, aunque yo de futbol, sí de vecrdad no hablo ni en defensa propia!). Pero por ahora, este será el último post que haga, aquí o en cualquier otra red, sobre las elecciones de México hace una semana.
De entrada, muy a nuestro pesar, específicamente al del 69% de la población adulta, el que ganó fue Enrique Peña Nieto. Leo el periódico, los “tuits” o los artículos que condenan dicha victoria y lo único que siento es indignación. Comparto el sentimiento de impotencia e incredulidad ante el regreso de una dictadra que oscurece significativamente el panorama futuro de mi generación y de la de todos los millones que son menores que yo. De cualquier manera, mientras siento esa terrible impotencia, y el coraje de ver como las cosas no sólo no cambian, sino que empeoran, me veo en la necesidad de decir (y quisiera decirle a AMLO) “EPN sí ganó”; no importa cuántas veces recuenten los votos, no importaría si de hecho se contara boleta por boleta con la mayor supervisión posible, los número sí concuerdan con el resultado, el que tuvo la mayoría (triste y relativa de 39%) fue el candidato del PRI.
EL problema no es lo que haya o no sucedido el domingo 1o de julio. El problema radica, por un lado, en un fraude (si se le puede llamar así a una creación televisiva y corporativa) que se fue armando, como los mejores planes, poco a poco durante, al menos, dos años. Por el otro, y creo que es el punto más grave de toda esta historia, en una terrible y triste carencia de consciencia de la importancia del bien común, a futuro y en pro de la mayoría. Durante meses nos embarcamos en la discusión de cuáles eran los mejores modos de evitar el fraude…toma foto con tu celular a la boleta electoral, a la sábana de la casilla, usa tal o cual pluma, tuitea todos los actos deshonestos que se te pasen por enfrente…hasta la terrible farsa de “denúnciales a la FEPADE. Rios y rios de kb en internet se llenaron mofándose unos de otros los seguidores de éste o aquel candidato. El debate, la edecán, el otro debate, el pueblo, las despensas, el zócalo, las mujeres, los hipsters, las combis…pero nunca, para variar, nunca nadie sedetuvo a pensar cuál era el objetivo último, real, y asequible en todo esto.
Bueno, si sólo el 39% de la población votante eligió a Peña Nieto, el objetivo era más que claro, no debemos permitir que él gane. No había, o mejor dicho, no debió de haber otra opción. Nos confundimos creyendo que lo que debía pasar era que ganara AMLO o Josefina (o algunos de miras muy cortas opinaban que Quadri), pero nunca debió ser así. El objetivo era que el PRI no regresara al poder; que no sufriéramos los embates de una dictadura que tiene maestría en ocultars como tal, así como en ocultaar todas sus atricidades, y en aras de ese objetivo, no importaba quién ganara, lo importante era votar por aquel, fuera quien fuera, que estuviera en segundo lugar, para así, todos juntos (el 69% restante del padrón) poder evitar el inminente regreso al pasado que tan poco nos dejó y que tan caro nos cobró el precio.
A mi, en lo personal no me gustaba el candidato que estaba en segundo lugar, pero era por quien votaría. la razón, una vez más, la importancia de establecer con mi voto (ahora inútil) una contienda real entre dos competidores mediáticamente fuertes. No pasó, la mayoría, entre ellos, mucha gente que conozco, decidió que lo importante era votar por lo que les dicatara su consciencia, sólo la de ellos en lo individual, y jamás en lo colectivo.
Indudablemente a todos nos interesa nuestro bienestar, pero ese nunca se alcanza de manera sólida, cuando se busca sólo en lo particular, y pensando sólo en el futuro inmediato de lo que traigo hoy en la cartera (o como muchos creen, en el carro que manejo o babosadas por el estilo); ese pensamiento sólo nos conduce a una ficticia posición en la que estamos bien hoy un rato y después probablemente ya no más. El bienestar debe ser buscado, y estoy cierto de ello, entendiendo que a largo plazo los resultados siempre sean sólidos. Que las medidas sean viables, realistas, pero sobre todo que le vayan a dejar a todos, los resultados positivos que merecen. La justicia, al final de cuentas, no es darle a todos por igual, sino darle a cada quien lo que se merece, nada más y nada menos.
Tristemente pues, no sabemos ver por el bien común (osea el del país, el de los que hoy son niños o jóvenes y que algún día serán adultos al mando; no el de mi familia o mis amigos nada más). Ahora, pagaremos la consecuencia, unos por elegir activamente, otros por hacerlo de manera accidental Los del #132, los que alguna vez marcharon con Sicilia, todos lo hicimos mal, puesto que, como siempre, unos se declaraban antiEPN, lo cual es ridículo. Ya lo dice la lógica aristotélica, no existen las definiciones por vía negativa. Tú no puedes decir que una silla es “no una mesa”, por que eso no es suficiente, es una falacia. una silla no es una mesa, como tampoco es un ser humano, una flor, un gato o un asteroide. El #132 nunca ofreció una definición propia, real y concisa con la que todos pudiéramos identificarlos. Resultado: a menos de tres meses de su creación (y con todo lo loable de sus logros, puesto que los jóvenes no se unían de una forma organizada y seria desde 1968) ahora se desmadejan cada quien de acuerdo con sus creencias de lo que debe ser un país en lo inmediato, nada más.
El movimiento del poeta (sic) Sicilia se ofendió terriblemente por que AMLO no lo abrazó al irse de la audiencia, terrible desacato! Resultado, todos los que alguna vez estuvimos en esas marchas que pugnaban por la paz, nos quedamos esperando a que la voz de dicha causa dijera algo pro activo, más allá de decir, una vez más de manera negativa, que los candidatos no eran esto o no hacían aquello.
Las miras cortas de los mexicanos, una vez más, nos han de cobrar la factura, ojalá que me equivoque, por los próximos 70 años. Por que era más fácil decir abiertamente, votemos todos por X para evitar que EPN llegue a la presidencia, a sólo enojarnos por que Mileno daba encuestas falsas(que de manera morbosa esperábamos todas las noches) o reírnos de López-Dórga por que se da baños de pureza y superioridad moral.
Ojalá me equivocara…ojalá todos nos equivocáramos y Enrique Peña Nieto hiciera un papel indudable como buen presidente con miras a futuro y sólidas bases sociales de progreso. Lo dudo, su bagaje cultural, su historial universitario, sus relaciones familiares y personales, y su CV político no parecen ser muy alentadores. Pero habrá que esperar, y en seis años, si todos seguimos aquí, sentarnos a platicar nuevamente, de lo que platicamos cada seis años. De como los que le van al partido de tal o cual color, son unos imbéciles y nosotros poseemos una verdad que nadie parece ver por evidente que parece. 
Mientras esos seis años se cumplen, por qué no intentamos dejar de comprar cosas piratas (de verdad, nada de que las compra mi novia y yo sólo la veo y se las presto a mis cuates), dejemos de tirar basura, usemos más la bici y respetemos a los que las usan, demos el cambio completo y paguemos lo que es justo, no regateemos, leamos un par de libros cada seis meses al menos (pero no de Paulo Cohelo, por el amor de dios, un libro de verdad, no un paliativo de consuelo rosa). Pero como esas trivialidades sólo nos otorgan, a los que pensamos así, un “Ay no mames!” como respuesta, ya veremos qué pasa.