A principios del siglo XX, la tripulación del acorazado Potemkin, parte de la flota naval rusa, se sublevó en contra de los oficiales que los oprimían, los hacían navegar en condiciones deplorables de sanidad y alimentación, y los trataban como una parte no indispensable en el funcionamiento de un barco de guerra de la armada del Zar.

En 1905 el Potemkin, después de “ocuparse” de los oficiales a cargo de la nave, llegó al puerto de Odessa con la bandera roja de la huelga en alto y ahí se suscitó el evento que dió lugar a toda la revolución rusa. Cuando a los tripulantes de dicha nave se unieron los de otros buques, todos listos a exigir un mejor trato, las fuerzas militares del Zar reprimieron el levantamiento en las ahora famosas, escaleras de Odessa. No muchos cicviles murieron, los libros de historia mencionan a uno o dos, pero fue la respuesta opresora la que inspiró a la revolución que dio lugar a la Unión Soviética que estuvo vigente durante casi todo el siglo pasado.


La historia del Potemkin inspiró a Sergei Einsenstein a filmar una película que hoy es de culto indiscutible y que lleva el mismo título “El acorazado Potemkin”. En ella se retratan los eventos de 1905 con un dramatismo propio del cine mudo, que hizo de la película un referente obligado para la historia del arte por un lado, y para el pensamiento revolucionario y la comprensión de uno de los eventos más importantes del siglo XX, por el otro. Fue clasificada como la mejor película de todos los tiempos en la feria mundial de Bélgica en 1958, no sólo por su valor cinematográfico sino por ser ícono de la propaganda.

La idea original de Einsenstein era que cada veinte años el soundtrack que acompaña toda la película, fuera compuesto una vez más, por un músico diferente cada generación para que el valor propagandístico e ideológico de la pieza se renovara. Edmund Meisel estuvo a cargo de la música original para la película en su estreno, pero fue hasta 1986 cuando el score se renovó para la proyección de su sesenta aniversario en Berlín.

Hace unos años Neil Tennant y Chris Lowe (sí, si los nombres les suenan familiares, son los Pet Shop Boys) se encargaron de reescribir la música de la película y la proyectaron en Trafalgar Square a finales del 2001. Lejos de cualquier prejuicio que pudiera traer la combinación del grupo (que intencionalemente se quitó su nombre para la producción del spundtrack, dejando sólo el de sus integrantes) con la película, vale mucho la pena darle una oportunidad a dicha mezcla.

Los estilos totalmente extremos, y acaso contrapuestos, entre la música con tintes electrónicos, muy contemporaneos (sólo la música por que la característica voz chillona de Neil no está en ninguno de los tracks excepto After All, en el video) con las imégenes mudas encuentran su unión en el dramatismo que ambas creaciones proyectan. Las escenas de Einsenstein están llenas de drama, pasión y fuerza, la música de Tennant y Lowe también. Yo he visto la película con el CD de los Pet Shop Boys varias veces ya, y me sigue pareciendo una combinación muy acertada, renovadora y digna de darle una “pensadita” a los contenidos ideológicos al final. Después de todo, la opresión, la inequidad y el deseo de libertad no se han muerto en nuestro mundo; han estado vigentes en la plaza de Tiananmen, en Vietnam, en el París del 68 y hoy, en Irán.

Mientras las ideas de la revuelta del Potemkin estén vigentes, la película de Eisenstein lo estará también y, la idea del nuevo score cada veinte años, ojalá sea una realidad, por que transforma la obra cinematográfica en algo actual y vivo. Enjoy!