No soy, ni con mucho, alguien moralista, eso seguro. Pero a veces me pregunto (aunque tampoco es algo que me quite el sueño), cuál es el límite de la ciencia, si es que tiene o debe tener alguno. El mundo no sería lo que hoy comprendemos de no ser por el avance vertiginoso de las ciencias, La historia es fiel testigo de que cada vez que una guerra ha terminado, cada vez que el mundo ha estado en crisis por alguna razón, a la mañana siguiente, cuando todo está más calmado y la paz firmada, la comunidad científica ha salido a las ventanas a gritar que un nuevo avance ha nacido, que el mundo no será el mismo a partir de ese momento. Si Kuhn estuviera vivo y leyera mi blog (yeah right!) diría que esto no es más que la explicación simplista de una revolución científica.
Cada vez que sale al balcón un científico a gritar los descubrimientos que moldearán el mundo a la mañana siguiente, en el balcón del otro lado de la calle sale un filósofo a cuestiona a gritos si lo que está haciendo la ciencia no es ya suficiente. Y es que hace unos días me enteré que unos científicos ingleses encontraron el modo de fabricar esperma humano en un laboratorio! Así es, ya no más masturbaciones para donar esperma, inclusive ya no más seres humanos para crear nuevos seres humanos (aunque tal vez llegue el momento que el adjetivo humano tenga que ser cambiado en la descripción de esos seres). Ya se podía fertilizar óvulos in vitro, ya se puede clonar a cualquier individuo de cualquier especie. La novedad es que por medio de procesos de laboratorio, bastante complejos por cierto se puede, a partir de las células madre, crear esperma humano totalmente útil.
