Como cada verano, cada mes de junio, después de 30 repeticiones del mismo evento en esta ciudad, el fin de semana pasado fue la marcha, esa que todos denominamos “La Marcha Gay”. Las preguntas, después de cuarenta años (van treinta y uno en México, pero cuarenta desde la primera vez que en EEUU y Europa comenzaron los movimientos) son dos.

Tiene algún sentido seguir haciendo marchas a estas alturas del siglo XXI?

Claramente ninguno está dispuesto a volver al closet, después del cisma que representa salir de él (con más o menos dificultades para cada quien). Las consignas como aquella con que las marchas comenzaron, no sin violencia, “somos raros y estamos aquí afuera” (We´re queer, we´re here and we are not going back in) representan aún la necesidad de ser uno mismo ante la sociedad, no importa si ésta es la familia, los amigos, el trabajo o la gente con que uno se cruza en las calles. Y es que por increíble que parezca aún existen muchísimas personas que, sin ahondar en los motivos, se toman la vida ajena muy a pecho y discriminan, publica o veladamente, a cualquiera que altere la “normalidad” de su mundo.

Todos en algún momento hemos sido vistos mal, alguna vez nos han puesto un apodo o inclusive nos han hecho ver abiertamente que nuestras preferencias no caben en determinada escuela, trabajo o círculo social… La realidad es que, qué pena por ellos, a mi en lo particular me queda claro que, lo que los demás opinen de lo que otra persona hace con su intimidad me tiene muy sin cuidado. Si a alguien le gusta vestirse de mujer, la música y la moda punk, profesar en lo individual determinada religión, o cualquier otra cosa, es una decisión absolutamente personal que no cabe criticar, siempre y cuando, obviamente, no haga daño a nadie. Pero, mientras haya una sola persona en el mundo, que se burle o desprecie a alguien por lo que decide para su propia vida, entonces tendrá que seguir habiendo marchas, ni modo!

Existen doctores a los que les gusta la comida tailandesa (aunque provoque mal aliento), abogados negros, empresarios fanáticos del futbol, diseñadores llenos de piercings por todo el cuerpo… economistas, maestros, ingenieros, choferes, actores, cantantes, escritores que son homosexuales y una cosa no interfiere con la otra en ningún sentido. (No voy a discutir cómo ha habido grandes personalidades en la historia con preferencias sexuales diferentes).

La marcha representa un recordatorio de que lo importante es estar tranquilo, contento de ser quien uno es, al final de cuentas, es una insistencia en que la vida es muy corta como para no ser auténtico y buscar en ello la felicidad. Por ello, sólo como comentario, es por lo que me parece aberrante que una vez más, haya habido partidos políticos presentes entre los asistentes, haciendo proselitismo, mismo que, como es obvio, no tiene nada que ver con un genuino interés por las minorías y la diferencia. Shame on them!

Por sobre todas las cosas, la marcha (al igual que como confiesa cualquier buga que haya ido a un antro gay) es un tremendo derroche de diversión sin compromisos de ningún tipo más que con uno mismo y con el momento. La educación es lo más importante, el comprender que hay diferentes modos de ser y de pensar, por que la tolerancia no es suficiente, implica algo así como “no me parece, me choca lo que haces y quien eres pero te soporto” y eso no es sano.