Qué hacer cuando ya tienes un título en Letras, un chingo de deudas por pagar y muchos sueños por cumplir? Pues primero buscar dónde vivir y, aparentemente el único lugar viable es la Avenida Q, donde los parroquianos no son sino una colección de lo que todos somos en mayor o menor medida.
Todos los personajes de la obra representan de diversos modos la misma premisa, el deseo de encontrarnos a nosotros mismos, de encontrar nuestro objetivo en la vida y al final, de ser felices. La idea del musical es particularmente divertida, sobre todo por lo monos de peluche que acompañan a casi todos los actores, siendo esos monos las voces que iteractuan entre ellos y con el público en una especie de diálogo no intencional en el que a cada momento uno piensa “claro, eso mismo pienso yo, eso me ha pasado a mi también”, y es ahí donde se vuelve divertida-introspectiva toda la puesta en escena.
En mi opinión, los dos monos que más me gustaron, por el modo en que son manejados (por el mismo actor) son el monstruo adicto al porno y los ositos amigables que son algo así como una voz interna que empuja a los demás a hacer cosas malas, seguro yo los oigo yambién muy a menudo, jaja.
A dios gracias la función a la que asistí no contaba con Christian (el de RBD) en el papel principal, quien obviamente está ahí sólo como gancho publicitario!

PD: Después de la función (con concurrencia sólo gay por ese día) hubo una fiesta malamente planeada en un antro no-gay, jaja, y para continuar con lo cómico de la noche, los asistentes comunes del lugar estaban impactados con todos los pu**s (sic) como me tocó escuchar de pasada a un wey decirle a su cuate.