El sábado pasado vi a Sara, una amiga a la que de verdad quero un chingo (aunque por azares del destino no la veo tan seguido como quisera) y con la que comparto varios de mis gustos y obsesiones más grandes; la literatura (especialmente la inglesa), David Byrne, los gatos y decir pendejadas sin parar, jaja! En algún momento, después de platicar de mil cosas y de chismear acerca de todos nuestros conocidos, incluyendo a su galán y mis incipientes “ligues” con desmadres mentales dignos de Lacan; retomamos el tema de los felinos de una manera mucho más seria que en algunas ocasiones anteriores (ya hemos hablado, cuales señoras sin oficio ni beneficio, de cuál es la mejor tierra para los gatos, si se hacen terrones con la pipí y así es más fácil quitarlos de la caja e inclusive de la muy chistosa insuficiencia renal de su gata que tiene como cien años de edad).

Así pues, hablábamos acerca de los muchos mitos que existen en torno a los felinos domésticos; si son traicioneros, “cuidado, te va a saltar a la cara” – como si fueran mercenarios a sueldo en contra de cualquiera que les quiera dar un poco de comida o se les quiera acercar, jeje- y la conclusión fue, y estoy seguro de ello, que los gatos son mucho más inteligentes que los perros y muchos otros de los animales que solemos usar como mascotas.

La mejor manera de explicar lo anterior está en The Cat That Walked By Himself un cuento de Rudyard Kipling en el que queda claro cómo, desde el inicio de los tiempos, cuando los hombres y los animales eran todos salvajes y tuvieron que aprender a relacionarse y compartir el mundo, los gatos siempre estuvieron al margen de todo ese proceso y sólo en la medida de sus propios intereses, aceptaron relacionarse con nosotros. Ya sé que suena a disertación estúpida pero, además de que el cuento es en verdad una joya de no más de veinte páginas, en realidad eso pareciera ser verdad. Hamlet, mi gato, claramente está conmigo siempre que estoy en mi casa, se echa en mi cama cuando duermo una siesta, hace ruidos como si platicara cuando tiene ganas de ello o como si reclamara, cuando ha pasado todo el día en soledad, pero al final de todo, es absolútamente independiente de mi, se harta y se va y por más intentos que yo haga, sólo me volverá a pelar cuando se le baje lo mamón…

I dream that the cats, my daughter’s cats, can actually understand everything I say. And have for many years. Therefore they know that I’ve been saying they’re retarded, or stupid, or crazy. They also know what I sometimes think of them – they go on as if they don’t, but they do. This secret knowledge eats at them and makes them even crazier than they were to begin with. The effort they maintain to keep the pretense of geniality and routine is sometimes too much for them, which is why they sometimes lash out at me, or at others, for no apparent reason. David Byrne

Las mascotas en general son como los amigos, algunos hablan mucho, juegan mucho, dicen mucho; otros sólo hablan cuando de verdad hace falta que digan algo y siempre es importante, el resto del tiempo pareciera que no están ahí, aunque no sea así, están siempre presentes pero no hacen tanta alaraca.

PD: Si a alguien le interesa leer el cuento de Kipling, aquí lo pueden encontrar: