David Byrne, para muchos un gran desconocido, es innegablemente uno de los más grandes artistas vivos de nuestro tiempo. De entrada es músico, pero en ese aspecto es como un nómada, no tiene un género fijo al que se constriña toda su obra, la prueba está en canciones tan rockero-punk como Wicked Little Doll, tropicales como Loco de Amor, baladas muy hip como The Great Intoxication o piezas de ópera adaptadas, Un Die Felice, Eterea. Su voz está en rolas de Paul van Dyk, Xpress 2, Plum, Fatboy Slim, Café Tacvba…

Hacer música es, supongo, una tarea muy compleja, hacer arte con la música es algo que no a todos se les da; en realidad creo que muy pocos o logran. La música de Byrne es como un soundtrack de la vida cotidiana, el amor, la concepción del mundo, la civilización, la guerra… cualquier cosa que pasa en la vida de cualquiera como yo o tú y es ahí en donde se inserta en la obra de este cantante británico una inigualable fuerza, la de la relevancia que tiene el arte como expresión del mundo que todos vemos y no siempre apreciamos. Es, así mismo, esa fuerza la que lo ha llevado a incursionar en otros campos como el diseño, la literatura o la pintura y la instalación, prueba de ello es la obra llamada Playing The Building, que por extraño que parezca, no es otra cosa que un edificio abandonado convertido él mismo en instrumento musical. Si sienten curiosidad por esto último, vean el video, si les llama la música fuera de lo convencional, sigan el link!